martes, 4 de septiembre de 2018

La liebre y el tigre.

Un día una joven, dando un paseo por el monte, vio sorprendida que una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido que no podía valerse por sí mismo.  Le impresionó tanto al ver este hecho, que regresó al siguiente día para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual. Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre.

Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta. Admirada por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo: “No todo está perdido.  Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas”.

Así que la joven decidió rehacer la experiencia… se tiró al suelo, simulando que estaba herida, y se puso a esperar que pasara alguien y la ayudara.  Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda. Siguió así durante todo el día siguiente… y el siguiente. Ya se iba a levantar, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio, cuando sintió  entro de sí todo el desespero del hambriento, la soledad del enfermo y la tristeza del abandono.

Su corazón estaba devastado, ya casi no tenía fuerzas para levantarse. Entonces allí, en ese instante, oyó… ¡con qué claridad, qué hermoso!  Era una voz, muy dentro de ella, que decía: “Si quieres encontrar a tus semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la pena, si quieres seguir
creyendo en la humanidad… deja de hacer de tigre y simplemente sé la
liebre”.

martes, 27 de septiembre de 2016

El canje (Benedetti)

Es importante hacerlo
quiero que me relates
tu último optimismo
yo te ofrezco mi última
confianza
aunque sea un trueque
mínimo
debemos cotejarnos
estás sola
estoy solo
por algo somos prójimos
la soledad también
puede ser
una llama.

Corazón de cebolla


Resultado de imagen para piedras preciosas pngHabía una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas. Como todos los huertos, era fresco y agradable. Por eso daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y escuchar el canto de los pájaros. 
Un buen día, empezaron a crecer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, azul, verde… 
El caso es que los colores eran tan deslumbrantes que a todos llamaban la atención y quisieron saber la causa de tan misterioso resplandor. 
Después de grandes investigaciones lograron descubrir que cada cebolla tenía dentro, en el mismo corazón, una piedra preciosa. 
Una tenía una esmeralda, la otra un rubí, la otra un topacio, y así sucesivamente. 

¡Una verdadera maravilla! 

Pero, por alguna razón incomprensible, aquello se vio como algo peligroso e intolerable. Total, que las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder su íntima piedra preciosa. Pusieron capas y más capas, para cubrirla, para disimular cómo eran por dentro. 
Algunas cebollas llegaron a tener tantas capas que ya no se acordaban de lo hermoso que ocultaban debajo. 
Algunas tampoco recordaban por qué se habían puesto las primeras capas. 
Poco a poco fueron convirtiéndose en unas cebollas comunes, sin ese encanto especial que tenían. 

Un día pasó por allí una niña que gustaba sentarse a la sombra del huerto. Su inocencia le permitía descubrir lo que había en lo profundo de las cebollas y entender su lenguaje. Comenzó a preguntarle a cada una: 

- ¿Por qué no eres por fuera como eres por dentro? 

Y ellas iban diciendo: 

- Me obligaron a ser así. 

- Me fueron poniendo capas. 

- Yo misma me puse algunas capas para ocultar mi piedra preciosa. 

Ante esas respuestas, la niña entristeció y comenzó a llorar. 

Desde entonces todo el mundo llora cuando una cebolla nos abre el corazón

lunes, 26 de septiembre de 2016

Empuja la vaquita!


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Un maestro samurai paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vió a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar.


Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de realizar visitas, conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los habitantes: una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado.
Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó:

"En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?"


El señor calmadamente respondió: "amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo."


El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue. En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó:


"Busque la vaquita, llévela al precipicio de allí enfrente y empújela al barranco."

El joven espantado vió al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vió morir.

Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel jóven durante algunos años.

Un bello día el joven agobiado por la culpa resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos.
Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín.

El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático. El jóven preguntó por la familia que vivía allí hacia unos cuatro años, el señor respondió que seguían viviendo allí. Espantado el jóven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacía algunos años con el maestro.


Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaquita) : "¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?"


El señor entusiasmado le respondió:
"Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora.


La moraleja samurai nos dice:

"Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra sobrevivencia, la cual convive con la rutina y nos hace dependientes de ella, y nuestro mundo se reduce a lo que la vaquita nos brinda".

domingo, 17 de abril de 2016

LA RANITA (REFLEXIÓN)




Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo.

Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo. Cuando vieron cuán hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas.

Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas.
 Las otras ranas seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles.

Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Se desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible. Una vez más, la multitud de ranas le gritó que dejara de sufrir y simplemente se dispusiera a morir.
 Pero la rana saltó cada vez con más fuerza hasta que finalmente salió del hoyo.
Cuando salió, las otras ranas le preguntaron: - ¿No escuchaste lo que te decíamos? La rana les explicó que era sorda.

 Ella pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más para salir del hoyo.

jueves, 24 de marzo de 2016

El árbol de las manzanas

Permaneciendo en el árbol de las manzanas.
Las mujeres son como manzanas en los árboles, las mejores están en la copa del árbol.
Algunos hombres no quieren alcanzar las mejores porque tienen miedo de caer o herirse, en cambio, toman las manzanas que han caído a tierra y que no presentan retos para ser alcanzadas, así que las manzanas que están en la copa del árbol, piensan para si que algo está mal con ellas, cuando en realidad, ellas son grandiosas.
Simplemente tienen que ser pacientes y esperar a que el hombre correcto llegue, aquél que sea lo suficientemente valiente para trepar hasta la cima del árbol por ellas.

¡Tú eres una buena manzana!

¡Una Mujer Completa!

Que nadie haya sido tan afortunado de darse cuenta la mina de oro que tú eres, no significa que brilles menos.Que nadie haya sido lo suficientemente inteligente para darse cuenta que mereces estar en la cima, no te detiene para lograrlo. Que nadie se haya presentado aún para compartir tu vida, no significa ese día este lejos.  Que nadie haya venido a alejar la soledad con su amor, 
no significa que debas conformarte con lo que sea.  Que nadie te haya amado con esa clase de amor que has soñado, no significa que tengas que conformarte con menos.  Que aún no hayas recogido las mejores cosas de la vida, no significa que la vida sea injusta. Que nadie haya notado los avances en tu vida, no te da permiso para detenerte.  Que nadie se haya dado cuenta la hermosa mujer que tú eres, no significa que no seas apreciada.  Que esperes y pienses en un hermoso príncipe para tí, 
no significa que tú no seas ya una reina.  Sólo porque tu situación no parece estar progresando por ahora, no significa que necesites cambiar nada. 

Sigue brillando, 
Sigue corriendo, 
Sigue esperando, 
Sigue viviendo, 
Sigue siendo exactamente como ya tú eres: 

¡Una Mujer Completa!